Se lo habían dicho varias veces.
Todo el mundo se lo había dicho.
Sus vecinos y su mujer, sus patrones y sus hijos. Todos le habían dicho que no, que no tenía ningún porvenir.
Ningún futuro, realmente.
Por eso mismo, aquel hombre nunca pudo morir.
JACQUES STERNBERG, Cuentos glaciales, La Compañía, Buenos Aires, 2010, p. 192.
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David Shamian
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