Para el Marcelino unos hijos, aunque vivan lejos y solo puedan venir a visitarlo los domingos alternos. Que le acaricien las mejillas y le regalen recuerdos. Muchos recuerdos. A la Manuela unos ojos azules para que pueda ver el mar. También el cielo. Un corazón al Eulogio y una caja de mariposas para el estómago. Que la vida lo trató muy mal. Calmantes para atenuar tanta soledad. Y besos. Eso para todos. A mí una peluca azul y una nariz de payaso, para sacarle una risa a la Rosario. Grande, una risa grande. Que nunca lo consigo.
Eso es todo.
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Roni Horn
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