Mi padre se subió al tejado. Estaba a punto de caer una tormenta. Un gato maullaba. Le quité la escalera de mano. Era un juego, nada más. Un juego. Cuando comenzó a llover, me acurruqué dentro de la caseta del perro a ver qué pasaba. De repente rayos truenos. Asustado, junté todas mis fuerzas para volver a colocar la escalera apoyada contra la pared. Grité. Nada. Volví a gritar. Temblando, subí agarrándome a los escalones resbaladizos. Aullé. Al llegar arriba: ni el gato ni mi padre. Todavía los busco.
JESÚS AGUADO, Carta al padre, Vandalia, Sevilla, 2016, p. 17.
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Graham Fink
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