«En la vida solo hay dos cosas: el amor y la música», pone Boris Vian en boca del narrador de La espuma de los días. Añadamos la bebida (el tercer ingrediente del par perfecto) y tendremos el pianocktail, instrumento musical capaz de preparar tragos de acuerdo con la melodía que se ejecuta en sus teclas. «A cada nota corresponde una bebida alcohólica, un licor o un condimento», le explica Colin a Chick en medio de una cena. El pedal fuerte corresponde al huevo batido. El pedal débil al hielo. Y las cantidades de cada ingrediente están en relación directa con lo que duran las notas. Desde luego, muchos tragos llevan nombres idénticos a ciertos standards de jazz. Y es imposible no pensar en lo que decía Sinatra: «El alcohol puede ser el peor enemigo del hombre, pero la Biblia propone que ames a tu enemigo».
Décadas después de la invención literaria, un matrimonio de Marsella mandó construir un «pianocktail de verdad», que fue presentado a la prensa en septiembre de 1992. Al enterarse de ello, un compositor y pianista de jazz de Toulouse, Émile Tardivet, trabó contacto con los propietarios del instrumento. Escribió doce piezas especiales para pianocktail y sacó un CD acompañado por doce pequeñas botellas, una para cada pieza. A modo de bonus track, Tardivet decidió incluir la versión instrumental de una canción de Tom Waits que, concluyó tras no pocos experimentos, es la melodía más perfecta para el instrumento de Vian: «The piano has been drinking, not me...».
EDUARDO BERTI & MONOBLOQUE, Breve catálogo de invenciones imaginarias, Impedimenta, Madrid, 2017, p. 29.
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Georges Dupree
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