martes, 6 de junio de 2017

[NO ES DIFÍCIL ESCUCHAR...], Manuel Villena


 

   No es difícil escuchar la voz del que llama, acercar el ojo a la mirilla y desechar abrir la puerta, porque, al otro lado, está un vendedor de pólizas de seguros o el vecino incómodo al que nos hemos cansado de prestar sal y consuelo.
   A ella no le importan las cautelas, no la detienen los cerrojos de doble paso. La Desgracia se cuela por cualquier intersticio de nuestra vida, se aposenta en el sillón orejero, nos despoja de nuestras zapatillas de franela y pronto coge el mando para sustituir en la pantalla esa serie noña, que tan bien nos adormecía, por un wagner espasmódico. Le divierte nuestra cara de pánico; dedica a nuestra consternación perpleja sus mejores muecas de escarnio, sus pucheritos burlescos y los volantines con los que, involuntariamente, tirará sobre la alfombra el cuenco de las patatas fritas.
   En esos momentos en los que la Desgracia nos disloca, qué tentador decirnos al oído, como quien ahueca la almohada a un padre enfermo: este duelo, este desgarro, este cáncer, este abandono, esta condena, este zarpazo al que nadie había invitado, es un paréntesis.
   Nosotros, que siempre hemos sabido que la vida, en sí, sólo es paréntesis.


Manuel Villena
&
Tamorah Thomas