sábado, 11 de junio de 2022

[YO DEBÍA TENER UNOS NUEVE AÑOS...], Jorge Volpi


   Yo debía tener unos nueve años, más o menos la edad de Britney, y, como ella, era tímida e insegura. De inmediato vino a mi memoria la cara mofletuda de Dorita, una niña de Guerrero que llegó a mitad del curso, simplona y regordeta, aquejada de labio leporino. Fui yo quien la apodó Feto y fui yo quien no dejó de molestarla, hoy diríamos bulearla, a lo largo de todo ese semestre. Feto esto, Feto aquello, no pasaba ni un segundo sin que la llamara Feto o no instara a los demás a reírse de ella con el mismo apelativo, Feto. Incluso le compuse una canción, de la que ahora ya solo me cimbra la tonadita, para carcajearme a sus expensas.

   Dorita no se enojaba ni lloraba, eso me daba más coraje, redoblé mis bromas de mal gusto, mis chistes y mis burlas, la pobre me suplicó que la dejara en paz, luego intentó pelearse conmigo hasta que le di un buen sopapo, por alguna razón nunca me acusó con la maestra. Le prometí dejar de molestarla si me entregaba su lunch diario, una caja de zucaritas y un plátano que yo tiraba, con un gesto de asco, al basurero. Cuando me cansé, obligué a Dorita a darme otras cosas, le arrebaté una Barbie aunque no me gustaran, también un horroroso reloj de plástico, unas tiritas doradas para el pelo, sus lápices de colores y su sacapuntas de Snoopy, sin que nada me impidiera seguirle diciendo Feto ni cantarle la ridicula canción cada vez que salíamos al patio.

   ¿Por qué me deleitaba torturarla? Porque los demás me celebraban, de repente yo era la mala y la ocurrente así fuera a costa de esa pobre niña de Guerrero. Ultrajarla me hacía sentir importante, ya no era la tonta, la débil, la indeseable, el mecanismo de todos los bulis, encontrar una víctima para dejar de ser víctima, hallar a alguien aún más deficiente para ocultar las propias deficiencias, señalar un chivo expiatorio para que el acoso no te achicharre el corazón. A la vuelta del verano, Dorita no regresó a la escuela, nunca volví a saber de ella. 

   Los adultos nunca fuimos niños. 

   Y, si lo fuimos, lo olvidamos. 

JORGE VOLPI, Partes de guerra, Alfaguara, Barcelona, 2022, pp. 149-150.

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Thu Nguyen