CADA MUJER: UN MUSEO
Cada mujer es un museo, le dije mientras ella abría sus puertas y yo buscaba la obra perfecta en su interior. Nada encontré, sólo recorrí pasillos y pasillos de arte inútil y superficial.
Cada mujer es un tiovivo, le dije, mientras dábamos vueltas y vueltas, ambos sonriendo para los fotógrafos. Flash-flash. Sólo eran apariencias que los retratos ayudaban a esconder.
Cada mujer es un mapa, le dije, mientras yo intentaba trazar cartografías, nuevos caminos. Aunque todo está recorrido, uno pretende ser descubridor.
Cada mujer es un punto fijo, insistí, mientras ella hacía maletas, guardaba su vida y se marchaba.
—¿Estás seguro? —cuestionó.
—Cada mujer —le aseguré.
—Nada de eso —corrigió.
Cada mujer se aleja tarde o temprano, terminé por decirle, mirándola irse, dejándola ir.
Cada mujer es un tiovivo, le dije, mientras dábamos vueltas y vueltas, ambos sonriendo para los fotógrafos. Flash-flash. Sólo eran apariencias que los retratos ayudaban a esconder.
Cada mujer es un mapa, le dije, mientras yo intentaba trazar cartografías, nuevos caminos. Aunque todo está recorrido, uno pretende ser descubridor.
Cada mujer es un punto fijo, insistí, mientras ella hacía maletas, guardaba su vida y se marchaba.
—¿Estás seguro? —cuestionó.
—Cada mujer —le aseguré.
—Nada de eso —corrigió.
Cada mujer se aleja tarde o temprano, terminé por decirle, mirándola irse, dejándola ir.
LUIS HUMBERTO CROSTHWITE, No quiero escribir no quiero, Centro Toluqueño de Escritores, Toluca, 1993, p. 41.
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