EN EL ESPACIO EN BLANCO BAJO LÍNEA
La postal de la Cruz Roja de mi madre llegó al campo en noviembre. Un viaje de siete meses. En casa la enviaron en abril. Entonces el niño cosido ya llevaba nueve meses en el mundo.
He colocado la postal con el hermano sustituto en el fondo de la maleta, junto al pañuelo blanco. En la postal sólo había una línea, y en ella no figuraba una sola palabra sobre mí. Ni siquiera en el espacio en blanco bajo la línea.
En el pueblo ruso aprendí a mendigar comida. No quería mendigar a mi madre una alusión. En los dos años restantes me contuve para no contestar a la postal. El ángel del hambre me había enseñado a mendigar durante los dos años anteriores. En los dos restantes aprendí del ángel del hambre el orgullo puro y duro. Era tan brutal como resistir delante del pan. Era una tortura cruel. Cada día, el ángel del hambre me mostraba a mi madre alimentando a su hijo sustituto y pasando de largo junto a mi vida. Arreglada y saciada, vagaba por mi cabeza con su cochecito de niño de color blanco. Y yo la miraba desde todos los lugares donde yo no aparecía ni siquiera en el espacio en blanco bajo la línea.
HERTA MÜLLER, Todo lo que tengo lo llevo conmigo, Siruela, Madrid, 2010, p. 192.
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