XII
"Un rey tenía un narrador que tenía la costumbre de contar cada noche cinco historias. Llegó una noche que el rey no pudo dormirse y pidió escuchar algunos cuentos más. El le contó entonces tres cuentos más, pero breves. El rey pidió aún más. Pero el narrador se negó: le pareció, en efecto, que ya había contado mucho. Entonces el rey dijo: "Me has contado muchas historias, pero eran muy breves. Yo quisiera que me contaras uno que tenga muchas palabras y entonces te dejaré ir a dormir". El narrador aceptó y comenzó así: "Había un paisano que poseía mil monedas. Éste partió para una feria donde compró dos mil ovejas, a seis denarios cada una. Hete aquí que, mientras volvía, se produjo una enorme inundación. Al no poder pasar por el puente ni vadeando, muy preocupado, se puso a buscar a alguien quien pudiera ayudarlo a pasar a sus ovejas. Encontró finalmente un pequeño esquife, en el que cabían con él solo dos ovejas. Pero, obligado por la necesidad, metió dos ovejas y pasó con ellas." Al llegar ahí el narrador se durmió. Pero el rey lo despertó y le ordenó terminar el cuento que había empezado. Entonces, el narrador dijo: "Se trata de un rió muy grande, la embarcación es muy pequeña y el rebaño innombrable. Deja pues que el paisano pase a todas sus ovejas y cuando termine contaré la historia que he comenzado". Y así el narrador calmó al rey ansioso por oír historias largas. Si insistes, pues, que yo agregue otras historias a las que ya te conté, me esforzaré de ajustar mi conducta a este ejemplo". Entonces el discípulo: "Está dicho en los antiguos proverbios que el dolor no es igual para aquel que llora por los objetos, que para el que llora por el dolor que siente. El narrador no amaba a su rey como tú me amas. Con sus cuentos quería darle placer de alguna manera, mientras que tú no es lo que buscas para el discípulo que yo soy. Es por lo que te suplico no interrumpir la historia empezada: continúa cuidadosamente a revelar las maquinaciones de las mujeres".
PEDRO ALFONSO, Disciplina Clericalis, Siglo XII.
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