La primera vez que hicieron el amor no sabían cómo se llamaban. Se lo habían dicho un poco antes, cuando se conocieron en la barra, pero el volumen atronador de la música se había comido sus nombres. Luego, en el cuarto oscuro, se apresuraron a desnudarse sin que se les ocurriera preguntárselo de nuevo. En el aparcamiento de la discoteca, entre coches en marcha, se reconocieron. En esta ocasión caminaron juntos hasta el chiringuito, y con una cerveza servida en vaso de plástico, cuando Geert dudó, Ilse dijo: Ilse, me llamo Ilse. Y resultó una hermosa revelación de la noche.
JOSÉ CEREIJO, Apariencias, Renacimiento, Sevilla, 2005, p. 72.
&
Raskolnick
0 comments:
Publicar un comentario