En la primera fase del programa de eutanasia de Adolf Hitler, murieron cinco mil recién nacidos discapacitados.
El historiador Robert Jay Lifton publicó el testimonio de uno de los médicos responsables de dichas muertes, identificado sencillamente como doktor F:
«Aquellos a los que seleccionaban para morir recibían altas dosis de Luminal. Eran niños espásticos, incapaces de hablar o caminar. Quien los viera desde fuera, supondría que estaban durmiendo. En realidad, se estaban muriendo.»
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El programa de eutanasia involuntaria de Adolf Hitler, denominado T4, no tardó en ampliarse. En su segunda fase abarcó no sólo a los recién nacidos discapacitados, sino también a los adultos discapacitados, los enfermos mentales, los epilépticos y los alcohólicos.
Seis hospitales se convirtieron en centros de exterminio donde los médicos eran los encargados de eliminar a los pacientes inyectándoles una mezcla de morfina, escopolamina, curare y cianuro.
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En los primeros meses de 1940, en el hospital de Brandeburgo, Karl Brandt asistió a un experimento que cambiaría el rumbo del programa T4.
Veinte pacientes, encerrados en un recinto similar a unas duchas públicas, fueron gaseados con monóxido de carbono y murieron asfixiados.
Acto seguido, las SS incineraron los cadáveres.
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Cuando Karl Brandt informó a Adolf Hitler sobre el resultado del experimento de Brandeburgo, éste determinó que todos los «enemigos biológicos» del Tercer Reich se eliminaran del mismo modo: asfixiándolos e incinerándolos.
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Enemigos biológicos. Biologische Feinde.
Sólo la «higiene racial» podría eliminar a los «enemigos biológicos» que contaminaban el Tercer Reich.
Higiene racial. Rasscnhygiene.
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En el segundo trimestre de 1940, en nombre de la higiene racial, el Ministerio del Interior de Adolf Hitler ordenó contabilizar a todos los judíos incluidos en el programa T4.
En junio de ese año, murió asfixiado e incinerado en el hospital de Brandeburgo un primer grupo de doscientos judíos procedente de una clínica psiquiátrica de Berlín.
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El exterminio de Gerhard Kretschmar —un recién nacido discapacitado y repudiado por su padre— había dado pie al exterminio de todo un pueblo: el Holocausto.
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En menos de dos años, el programa T4 mató a más de cien mil personas.
Adolf Hitler lo suspendió el 24 de agosto de 1941.
Dos meses más tarde, en las inmediaciones de Chelmno, se inauguró el primer gran campo de exterminio controlado por las SS, donde se procedió a gasear e incinerar industrialmente a todos los enemigos biológicos e ideológicos de Alemania, es decir, discapacitados y judíos.
En los meses siguientes, se inauguraron los campos de exterminio de Belzec, Sobibor, Majdanek, Treblinka y Auschwitz.
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El supervisor del programa T4, Franz Stangl, responsable de la muerte de treinta mil discapacitados en el centro de eutanasia de Schloss Hartheim, se convirtió en el primer comandante del campo de exterminio de Sobibor.
Entre mayo y agosto de 1942, asesinó a cien mil judíos.
Pranz Stangl ascendió a comandante del campo de exterminio de Treblinka II.
Entre agosto de 1942 y agosto de 1943, asesinó a ochocientos mil judíos más.
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Tras la caída del Tercer Reich, Franz Stangl se refugió en Brasil.
Perseguido por Simon Wiesenthal, fue detenido el 28 de febrero de 1967 y extraditado a Alemania.
Declarado culpable de la muerte de más de novecientas mil personas —entre los afectados de parálisis cerebral de la Aktion T4 y los judíos de la Aktion Reinhard—, murió en una cárcel de Dusseldorf.
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Al igual que Franz Stangl, Josef Mengele buscó refugio en Brasil.
Como médico de las SS, era el encargado de examinar y seleccionar a los prisioneros del campo de exterminio de Auschwitz.
A los más válidos —que podían emplearse como mano de obra esclava— les indicaba que se colocaran a su derecha. Los menos válidos —que podían ser gaseados e incinerados de inmediato— debían colocarse a su izquierda.
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En Auschwitz, Josef Mengele llevó a cabo experimentos médicos que provocaron graves secuelas o la muerte a miles de prisioneros.
Formado en el Instituto de Higiene Racial de Frankfurt, sentía un interés especial por los portadores de anomalías hereditarias como el enanismo, el hermafroditismo y el síndrome de Down. Según Mengele, el propio judaísmo era una anomalía hereditaria. En su estado natural, todos los judíos eran «monstruos». Y todos los «monstruos» eran judíos.
DIOGO MAINARDI, La caída. Memorias de un padre en 424 pasos, Anagrama, Barcelona, 2015.
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