Llueve. Cuando por fin tienes un paraguas que funciona y no se te ha olvidado, entonces hay alguien a tu lado que tiene el paraguas roto o se lo ha olvidado. Por tanto tienes que acompañarlo. Durante todo el trayecto iréis cambiándoos de sitio, porque así no va bien, seguiréis diciéndoos: tal vez es mejor que lo lleve yo; y cuando lo tienes tú siempre procuras taparle más a él que a tí mismo, para no ser maleducado. Pero el otro sigue diciendo: levántalo un poco, bájalo, muévelo, camina más por el centro, así me cae agua. Al final dirá: quizá es mejor que lo lleve yo. Y tú se lo das y luego empiezas a decir: levántalo, bájalo, muévelo...
FRANCESCO PICCOLO, Momentos de inadvertida infelicidad, Anagrama, Barcelona, 2016, pp. 97-98.
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Saul Leiter
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