Una noche cristalina, pura. «No hay una paz comparable a la quietud de las primeras noches frías del año», dice el narrador de La balada del café triste, de Carson McCullers, que he hojeado un rato. Es cierto. Shakespeare ya se dio cuenta, y lo dice en Hamlet. Los que vengan detrás de nosotros también se apercibirán de ello. Esa luna alta y melancólica seguirá acompañándolos.
¡Es tan corto el tiempo que tenemos para saciar nuestros ojos, siquiera con este silencioso esplendor de la noche! La vida es «sólo un cuarto de hora», decía Teresa de Ávila. Sólo un cuarto de hora: ¡un tiempo tan breve!
JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO, Segundo abecedario, Anthropos, Barcelona, 1992, p. 207.
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