lunes, 5 de diciembre de 2016

[LA AMISTAD...], Pascal Quinard

   La amistad –más o menos como el odio– es una imantación irresistible que atrae hacia lo que se ignora. Por ella, se tiene la impresión de que uno va a ser introducido en un mundo que escapa a este que pateamos. Este mundo nos llena más de excitación que de miedo. Estos sentimientos, al prolongarse, llenan de pasión todo cuanto vivimos. Es por ello que puede decirse: existe la orientación en el mundo sublunar. En los tiempos de Pierre Nicole se decía: es el Monomotapa. Existen pedazos de hierro que agrupan y amontonan a su alrededor las limaduras que se esparcen en su proximidad. Este hombre era uno de esos pedazos de hierro. Copos de cobre caían de su mano alrededor de la plancha y atraían la luz a medida que se desplegaban o se enrollaban sobre sí mismos. El grabado era esta limalla blanca que se volvía tan oscura y tan desordenada sobre la página.
   El amor, la amistad, las obras que se componen: de pronto, un fragmento de acero imanta mil fragmentos de todo lo que nos rodea y que está disperso. Es el ajuste extraño del coito, es la cristalización de los cristales, o de los peces que se mineralizan, el cielo, el tiempo: todo se polariza y forma relato de repente. La pasión no es más que una inmensa novela cuchicheada entre dos, de una exclusividad feroz, de la que está prohibida cualquier tirada y en la cual todos los recuerdos y todos los acontecimientos del día y del pasado confluyen. Me gustan los choques de las olas de la tempestad que regresan de modo infatigable sobre las rocas negras que las desgarran. Es una oscuridad que brilla.

PASCAL QUINARD, Pequeños tratados, Sexto Piso, Madrid, 2016, pp. 26-27.
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Herbert List