Medio ahogado, vio cómo una sirena nadaba hacia él, y tendió sus manos hacia ella. La sirena no se acercó más. Con su hermoso rostro sereno contempló cómo el príncipe se hundía lentamente. Cuando dejó de respirar, ella se aburrió y abandonó el lugar, envuelta en un remolino de espuma.
ESPIDO FREIRE, Cuentos malvados, Páginas de espuma, Madrid, 2010, p. 111.
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