―¿Ya te lo has quitado todo? ―le preguntó a aquella extraña a través del chat.
―Sólo me quedan las medias ―tecleó ella, excitada.
―¡Quítatelas, rápido! ―le ordenó, subrayando su exigencia con un golpe en la mesa, como si fuera el signo exclamativo al final de una frase.
―Lo siento, he oído algo, debe ser la puerta de su despacho, adiós.
―No me dejes a medias ―suplicó él.
La mujer abandonó el chat rápidamente. El hombre cerró su ordenador y salió enfurecido, aunque entró en el dormitorio de puntillas para no despertar a su mujer. Bajo las sábanas, la luz tenue de un monitor iluminaba el gotelé de las paredes.
―Sólo me quedan las medias ―tecleó ella, excitada.
―¡Quítatelas, rápido! ―le ordenó, subrayando su exigencia con un golpe en la mesa, como si fuera el signo exclamativo al final de una frase.
―Lo siento, he oído algo, debe ser la puerta de su despacho, adiós.
―No me dejes a medias ―suplicó él.
La mujer abandonó el chat rápidamente. El hombre cerró su ordenador y salió enfurecido, aunque entró en el dormitorio de puntillas para no despertar a su mujer. Bajo las sábanas, la luz tenue de un monitor iluminaba el gotelé de las paredes.
MANUEL ESPADA
2 comments:
Excelente, el trabajo del amigo Espada.
¡Sin lugar a dudas!
Gracias por tu visita.
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