Hubo una vez un choque
que dejó tras de sí una larga, pálida, reluciente cola de corneta.
Esta nos alberga. Hace borrosas las imágenes de la TV
Sedimenta como gotas frías en los tubos de ventilación.
Todavía se puede esquiar bajo el sol del invierno
entre sotos, donde aún cuelgan hojas del año pasado.
Parecen páginas arrancadas de viejas guías telefónicas
los nombres de los abonados devorados por el frío.
Aún sigue siendo hermoso sentir el latido del propio corazón.
Pero a menudo la sombra se siente más verdadera que el cuerpo.
El samurai parece insignificante
junto a su armadura de negras escamas de dragón.
TOMAS TRANSTRÖMER, El cielo a medio hacer, Nórdica, Madrid, 2010, página 83.
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