XXXV
Es inadmisible que tres decrépitos ancianos recorran ateridos las calles gélidas de la noche de enero.
Es inadmisible que lleguen cargados de paquetes a cada hogar y se les impida la entrada con vanas excusas.
Es inadmisible que parejas adultas los suplanten a cambio de tres tristes copitas de anís y unos pocos polvorones.
Es inadmisible que ya nadie reconozca su dignidad real.
Es inadmisible que dediquen su existencia a una actividad meramente representativa, que permanezcan ociosos los trescientos sesenta y cuatro días al año para una sola noche de trabajo obsoleto, como funcionarios de la nada.
Es comprensible que se hayan dado a la bebida por estos excesos de la caridad navideña que se repite de casa en casa, que hayan caído en la mendicidad, que los rellanos de ciertos hogares la mañana del seis de enero saluden el día feliz con el felpudo sembrado de excrementos.
Es inadmisible que lleguen cargados de paquetes a cada hogar y se les impida la entrada con vanas excusas.
Es inadmisible que parejas adultas los suplanten a cambio de tres tristes copitas de anís y unos pocos polvorones.
Es inadmisible que ya nadie reconozca su dignidad real.
Es inadmisible que dediquen su existencia a una actividad meramente representativa, que permanezcan ociosos los trescientos sesenta y cuatro días al año para una sola noche de trabajo obsoleto, como funcionarios de la nada.
Es comprensible que se hayan dado a la bebida por estos excesos de la caridad navideña que se repite de casa en casa, que hayan caído en la mendicidad, que los rellanos de ciertos hogares la mañana del seis de enero saluden el día feliz con el felpudo sembrado de excrementos.
MIGUEL A. ZAPATA, Revelaciones y magias, Traspiés, Granada, 2009, página 49.
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