CANÁ
El Señor se llegó al interior de la casa y vio a todos los convidados ebrios de su vino. Y bajó sus ojos al suelo y vio los ópalos vomitados y cómo la multitud de vasos derribados y de túnicas caídas estorbaba el andar. Y ábrió sus oídos y escuchó.
los ruidos de la concupiscencia por todas las estancias. Y bajó sus manos y tocó por todas partes las grandes heridas de la embriaguez. Y vio a María que
Y vio a María que lloraba en un rincón. Y presenció cómo el humo de la iniquidad se aposentaba en la casa de las bodas hasta entenebrecer el cielo.
Y se sintió pesaroso de haber multiplicado el vino en las cántaras.
FERNANDO QUIÑONES, La Guerra, el Mar y otros Excesos, Emecé, Buenos Aires, 1966, páginas 95-96.
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