PARADOJAS DE LA VIDA
Para Eduardo Errasti
A ella le gustaba
Platón, estaba claro;
lo de la caverna
nos lo explicó cuarenta veces.
A mí no; a mí en cambio
me gustaba ella:
sus piernas, su sonrisa,
aquella forma suya de moverse.
Paradojas de la vida:
mi platonismo exacerbado
me costó un deficiente.
KARMELO C. IRIBARREN, El tamaño de los sueños, Anaya, Madrid, 2006, p. 14.
0 comments:
Publicar un comentario