Yo habito el motor de la quimera. Precipitarse a nube es desear. Eres mi cápsula, mi interior más claro. Nada de lo que es nada continúa. El tiempo agrede, invade, nos derroca. ¿Permanecer es abolir el tiempo? Lo que habitamos permanece. Cuando hablo a las aves, a los árboles, un tambor que me habló me reconoce, me roza un sobresalto que me eleva. ¡Amar es no morir en lo que vive!
ÁNGEL GUINDA, Espectral, Olifante, Zaragoza, 2011, p. 19.
&
Francis Picabia
miércoles, 27 de mayo de 2015
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