A cuántas mujeres has amado, di. Esa es la pregunta final, ¿en cuántas viste la felicidad universal? Hubo una, ¿te acuerdas? Hubo una, tan especial, de la que te acuerdas ahora que vas a morir. ¿Quién era? ¿Por qué duró tan poco, si estabais hechos el uno para el otro? Realmente, la amaste. Aún vive en tu ciudad, en la ciudad en la que vas a morir. ¿Qué estará haciendo ahora? La amaste mucho, y ella a ti también. Tú, obviamente, morirás antes. Ella tal vez alcance los noventa años, a quién le importa. Tú la sigues amando, y ella a ti también. Afortunadamente, tu muerte, que está llegando, te dará la paz y la grandeza de las montañas doradas; ella, con su pasión por seguir viva, seguirá muerta. Os besabais en los bares oscuros de aquella Zaragoza, era el año 2006. Era ella tan poca cosa. Tan falsa su conversación. Tan verdadera su soledad. Idénticos.
MANUEL VILAS, El hundimiento, Visor, Madrid, 2015, p. 37.
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Edmond Thommen
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