Ávidos de sorpresas estelares.
al caminar descalzos por un jardín llovido,
oír -o creer oír- el sordo mohín del tiempo,
cuyo párpado acaba de moverse
tenuemente en la sombra.
Escribir, escribir, como si camináramos
por un hilo invisible,
para buscar a tientas el corazón del otro,
el sudor de su alma proyectada en la nuestra,
como una fruta nueva casi flor
o una anciana peinándose para el último baile.
JAVIER VELA, Fábula, Vandalia, Sevilla, 2017,p. 65.
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Alexander Calder
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