Ahora escojo cuidadoso las gotas tibias de tu piel,
vago vapor en la urdimbre del poema.
No de luz y fuego se alimentan los volcanes
sino de cada palabra que cae hasta su boca. Azotará
el verbo a relámpagos mortales los tornados
en que crecen al pairo del amor. Fiebre antigua
que por los pechos respira entre hogueras fumarolas
y caricias. Arde pues —o saca fuego nuevo
de tu fragua, para cargar el rayo con que habrás
de alimentarte mientras dure el gran viaje —o sueño
inexplicable en que vida y muerte se confunden
y se abrazan en la última herida infectada
del olvido. Óvulo escarlata. Lo que llamamos muerte.
MIGUEL VEYRAT, Poniente, Bartleby, Madrid, 2012, p. 49.
&
Jérôme Vallet
2 comments:
GRACIAS, AMIGO. UN ABRAZO!
Gracias, un abrazo querido amigo!
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