lunes, 12 de noviembre de 2007

BORGES Y YO, Agustín Fernández Mallo

BORGES Y YO


[1] versión un % plagiada:

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo, AFM, cami­no por Isorope Micronation y me demoro, acaso ya mecánica­mente, para mirar e! arco de una cúpula hormigonada o el icono atrebolado que señala: Radioactive Zone. De Borges tengo noti­cias por el correo, y veo su nombre en una terna de ilustres de algunas web, o en un diccionario de aquellos biográficos que aún conservo y que usábamos antes de vivir en este laberinto bajo tie­rra. Me gusta la música de Esplendor Geométrico, los mapas pixe­lados, la tipografía de grano grueso, el sabor del Cola-Cao Turbo y la prosa nipona del Siglo 4; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo tan visionario que, aún después de muerto, lo convierten en el más ilustre personaje de aquella corriente estéti­ca que se dio en llamar apropiacionismo Sería exagerado afirmar que nuestra relación es amistosa u hostil, sólo es: Borges vive, se deja vivir, pata que yo pueda seguir tramando en él mi literatu­ra y esa literatura me justifica. No me importa admitir que he logrado varias páginas simpáticas o pasables, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera de él, sino del lenguaje y la tradición Por lo demás, yo estoy destinado a perderme definitivamente y sólo algún instan­te de mí podrá sobrevivir en él. Poco a poco voy cediéndole todo. Le consta mi perversa costumbre de falsear y magnificar; y no le importa. El Equipo-A entendió que todas las cosas quieren per­severar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra, un tigre un tigre, un isótopo un isótopo, un vikingo un vikingo. Yo he de quedar en Borges, no en mí [si es que alguien soy], y me reco­nozco más en sus libros que en el juego de mis pobres interpo­laciones. Hace años traté de librarme de él y pasé de las mitolo­gías de videojuego a los juegos con el tiempo y el infinito en este intestino de cemento, pero esos juegos siempre han sido de Borges y tendré que inventar otros. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o de él. No sé cuál de los dos escri­be esta página.


[2] versión iconográfica


o como el yo-yo que te compraron en tu 7º cumpleaños que rue­da sobre sí mismo a la vez que va y viene entre tu mano y la máxi­ma extensión de la cuerda. Bendito yo-yo, ego-ego, yo-yo.


Campo abierto. Antología del poema en prosa en España (1990-2005), DVD, Barcelona, 2005, pp. 182-183.