UNA AMIGA HABÍA COMENTADO ante el espejo: «Nadie me llama, así que yo me lo digo muchas veces a mi misma para animarme». A Sofía, que nunca había recibido una carta de amor, se le ocurrió enviarse una, escrita por ella misma, pero firmada por un inventado Roberto Sastre que vivía en Villalba. Para más verismo tomó el tren de cercanías y echó la carta en un buzón de esa localidad. Y de esa manera recibió muchas cartas casi una a la semana. Había que ver con qué ilusión abría el sobre y leía las dos o tres cuartillas manuscritas con una letra recta, firme que no se doblegaba a derecha ni a izquierda.
A veces, Roberto y ella tenían discusiones y hasta pequeños enfados, como pasa con todas las parejas de enamorados Roberto se empeñaba en que fueran a Marbella una semana y ella le ponía excusas, por más que lo estuviera deseando. Le decía que no estaba segura de que compartir habitación durante siete días fuese una buena idea. Procuraba no obstante ser muy suave y persuasiva porque no quería perderle ni que se enfadara pero Roberto tenía que comprender que llevaban muy poco tiempo de relación como para convivir así una semana.
En esas estaba cuando la última carta de Roberto no llegó. Esperó una semana diez días, un mes, reclamó a Correos pero definitivamente la carta no llegó. Se sintió muy ofendida por el silencio. «¿Qué se habrá creído éste? », —le llegó a decir a una amiga. Y nunca más le volvió a escribir, que ella no se iba a rebajar.
Juan Pedro Aparicio
Palabras en la nieve [Un filandón], Rey Lear, 2007, pp. 35-36.
CARTAS DE AMOR
Escribo a diario una carta de amor, amor imaginario, inocente amor: unas hojas secas de guisante de olor, un perfume de Dior, bellos y varios sellos de diferente color. Cartas de amor sin destino, cartas de amor sin dirección: qué aberración, que desatino, que sinrazón. Y ¿qué haría yo? si respondieras —del susto y de la impresión… —si me escribieras — me estallaría el corazón. Escribo a diario una carta de amor sin destinatario y la echo en el buzón. Siempre espero al cartero con ilusión, a la misma hora y con la misma fe… siempre la misma historia: “no hay nada para usted”. Cartas de amor sin destino, cartas de amor sin dirección: qué aberración, que desatino, que sinrazón Y sin solución sigo inasistiendo con mi rojo rotulador, sigo escribiendo cartas de amor. Cartas de amor sin destino, cartas de amor sin dirección: qué aberración, que desatino, que sinrazón.
VAINICA DOBLE, “Cartas de amor”, El tigre del Guadarrama, 1981.
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