EXTRAÑO ENCUENTRO
Sucede con frecuencia, en los lugares muy
atestados, a las llamadas horas punta, en los momentos de mayor gentío y
agitación. Por ejemplo a la entrada del estadio, cuando la gente se
pisa por entrar. Entre la muchedumbre, un par de metros delante de
vosotros, distinguís de espaldas a uno de vuestros más queridos amigos,
apasionado por el fútbol como vosotros. Lo reconocéis sin sombra de
duda: el pelo rubio descuidado rebasándole un poco el cuello, esa
cicatriz en la nuca de una antigua gresca, el modo de mantener la cabeza
ligeramente inclinada a la izquierda, su característico sombrero negro
con las alas levantadas a los lados, como el que llevaba Toscanini.
Desde luego es él. Inconfundible entre millares de personas. «¡Antonio!
¡Antonio!», llamáis. Pero él no se vuelve. Llamáis más fuerte. Nada.
Entonces os da el ataque. Disculpándoos, suplicando, le pedís a la gente
de delante que os haga hueco. Irritados, sorprendidos, os abren paso.
Dais un salto. Estiráis la mano derecha para darle a vuestro amigo en el
hombro. «¡Antonio! ¡Antonio!». Oleaje imprevisto de la multitud. Os
hacen escorar. Y al amigo parece que se lo han llevado, aspirado por un
remolino súbito. Desaparece. Se esfuma en la nada. Delante, alrededor,
sólo caras desconocidas. ¿Qué os importa ya el partido? Os dejáis
arrastrar hacia delante con cruel amargura. Porque estáis
matemáticamente seguros de que era realmente él, vuestro queridísimo
amigo, Antonio. Aunque hace ya cinco largos años que vuestro amigo haya
muerto.
DINO BUZZATI, Las noches difíciles, Acantilado, Barcelona, 2010, pp. 196-197.
1 comments:
El fútbol produce varios milagros durante 90 minutos. Pero este no me lo esperaba
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