viernes, 8 de febrero de 2013

[A SILVIO...], José María Merino

   A Silvio se le ha metido una piedra en una de las zapatillas y os detenéis para que se la pueda quitar. También sus manos son torpes pero no le ayudas, con el afán pedagógico, que te han inculcado Tere y Aurora, de que resuelva por sí mismo las pequeñas contrariedades. Cuando saca el diminuto guijarro lo observa con mucho interés y luego te lo alarga:
  —Parece uno de esos montes amarillos, pero en pequeñito. Para una hormiga, a lo mejor una piedrecita así es algo muy grande, muy grande.
   Contempla con arrobo la china antes de continuar:
   —¿Tú crees que las hormigas pueden ver esos montes que nosotros vemos?
   Sorprendido ante su pregunta, que parece más propia de un sabio que de un niño con la capacidad mental restringida, tardas un poco en responder:
   —Seguramente, no —dices al fin, mientras reemprendéis la marcha.
   Esa hormiga, que no podría apreciar el volumen de los peñascos enormes que refulgen a lo lejos, te hace pensar que todo es cuestión de perspectiva.


JOSÉ MARÍA MERINO, El río del Edén, Alfagura, Madrid, 2012, p. 108.