MORIR ANTES DE MORIR
Empezó a referir el cuento. Divertíase el que le escuchara por vez primera, sonreía el que lo conocía, sonsoneteaba en el borde de la mesa el que le oía por tercera vez; no le aguantó el cuarto que lo había relatado, a otros, en días anteriores.
El sucedido era tan bueno como el sol que sale, luce y muere cada día. ¿Qué culpa tenía de repetirse tanto?
—No así mis mujeres —dijo el Califa—: que envejecen.
En un rincón, yacía el trovador como medusa sin agua; gelatinoso, vacío, degollado por el genízaro que lo había finiquitado antes del final adivinando el pensamiento real.
MAX AUB, La uña, Bruguera, Barcelona, 1977, página 144.
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