CHOQUE DE TRENES
El choque de trenes había sido terrible, violentísimo, sangriento. Nadie se explicaba como había podido suceder. Todas las señales habían sido hechas y las agujas habían funcionado bien.
Nadie se lo explicaba, pero era bien sencillo. Las dos máquinas, llenas de una ferviente sensualidad, se habían querido montar. Estaban cansadas de verse de lejos y de no verse en el vértigo de los cruces, cuando más cerca estaban; estaban cansadas de llamarse con pitidos, de desearse con nostalgia; y como el celo de las máquinas es mayor que el terrible celo de los elefantes y los camellos, se habían querido montar, pero precisamente su celo, por lo terrible y lo impetuoso que es, es catastrófico y final.
RGDS, Caprichos, 1925.
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