EL CUADRILÁTERO
Los boxeadores regresan a las aldeas donde nacieron
puede ser que a Maceira de Lalín puede que sea a Mosteirós
desvencijados por la gloria suficientemente sudorosos
se desinflan como llantas de bicicleta bajo el batín de la noche
con la cabeza rapada al estilo piedras de río
como las consabidas golondrinas de don Gustavo
y los para mi gusto demasiado ahumados salmones noruegos
antes o después cierto día los boxeadores vuelven a casa
saben que no saldrán en las fotografías al revelar los carretes
la mollera estrujada como un puñado de moras
se reconcomen para sus adentros por los senderos de chivas
donde la loba lame las rodillas a la hermana pequeña
los boxeadores regresan a los lugares donde nacieron
en el estómago de las vacas duermen erizos de pan duro
en los corrales sus antiguas novias se abrazan con otros
gimen como gatas o encienden volcanes con una cerilla
es lo que hay: se sientan a la mesa soplan el caldo
se tambalean como perros empachados de manzanas
los aspirante a espantapájaros son molidos a guantazos
bailarines descacharrados en los maizales del pueblo
lo digo con cariño da igual que se llamen Antón Lamazares
o Jean Philippe Arthur Dubuffet carpintero francés
que avergonzó a sus progenitores pintando mamarrachos
con la cabeza arrugada y corazones de pollo
los boxeadores regresan a las aldeas donde nacieron
lo digo con franqueza no hay nada de sagrado en ello
discuten con las vigas hinchan la vena dejan caer los tazones
con la misma intención de los que nunca besaron la lona
de lunes a domingo junto a las cabañas forradas de losa
donde los muertos cuecen castañas para las ratas
los boxeadores entrenan a sus primos bajo el sol de la noche
que en otro rincón del mundo ya escurrirá los pantanos
los boxeadores regresan a los nidos donde nacieron
silban a los carrizos silban como mochuelos sin decirse nada
cogen ojeriza a las medias de seda y a los ingenieros agrónomos
escupen sobre la sombra de lo verdadero y escupen sobre lo falso
junto al huerto de coliflores ahuecado por los topos
se cruzan con las maestras la luna sin mangas fuera del pecho
los bidones de agua podrida las chatarras oxidándose idiotas
sin rival contra las cuerdas de los violines sus monos azules
los boxeadores regresan avergonzados a las aldeas donde nacieron
sus motes escritos a mechero en el techo raso de los retretes
su fosa un poco más ancha que las demás
condecorada eso sí por las estrellas y el brezo
JUAN CARLOS MESTRE, La bicicleta del panadero, Calambur, Madrid, 2012, pp. 20-21.
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