—Ese muchacho..., ¿sabe usted?, el del accidente —le dijo a la bibliotecaria—. Lo de llevarse los libros que se le antojaban. ¿Por qué cree que lo hacía?
—La gente hace cosas raras —dijo la bibliotecaria—. Arrancan páginas, porque no les gusta algo o porque les gusta. Son cosas que hace la gente. No sé por qué.
—¿Ese muchacho arrancó alguna página? ¿Le regañó alguna vez? ¿No hizo que tuviera miedo de enfrentarse con usted?
Tenía intención de tomarle un poco el pelo, dando a entender que seguramente no sería capaz de asustar a nadie, pero ella no se lo tomó así.
—¿Cómo iba a hacerlo si nunca hablé con él? —dijo la bibliotecaria—. No le vi nunca para saber quién era.
Se alejó, poniendo punto final a la conversación. Así que no le gustaba que le tomaran el pelo. ¿Sería una de esas personas llenas de grietas remendadas que sólo se ven de cerca? ¿La perturbaba un antiguo sufrimiento, algún secreto? Quizá hubiera perdido a un novio en la guerra.
ALICE MUNRO, Secretos a voces, Debate, Madrid, 1996, p. 28.
0 comments:
Publicar un comentario