Te quiero feliz, hermosa y libre.
Puedes poseer todo lo que quieras y más,
mientras no digas que es una pesada carga
pasar tu vida entera a mi lado.
No puedo oír la voz de la caridad.
Pero a veces en una orilla vacía y barrida por el viento,
como bisagras mohosas en la puerta de un sótano,
he oído los crujidos de la propia mofa.
No logro resolverme a contemplar
que quizá no eres tal como te apareces
a mí. Incluso he sentido la angustia de la duda
de que si tuvieses la oportunidad de elegir a tu compañero
no habría sido yo al que hubieras retenido con cariño.
No hables. Perdóname. No debo indagar.
R. D. LAING, Sonetos y aforismos, Crítica, Barcelona, 1982, p. 31.
&
Alain Fleischer
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