Un empleado de funeraria, llevando un cuerpo hacia el norte por la autopista, en Francia, se detiene en un restaurante al costado de la ruta para almorzar algo. Allí se encuentra con otro empleado de funeraria, un colega conocido, que también paró para almorzar algo y está llevando un cuerpo hacia el sur. Deciden sentarse a la misma mesa y comer juntos.
Roland Barthes es testigo de este encuentro entre dos profesionales. Es el cuerpo de su propia madre el que llevan al sur. Los observa desde una mesa separada, donde se sienta con su hermana. Su madre, por supuesto, está acostada afuera, en el coche fúnebre.
LYDIA DAVIS, No puedo ni quiero, Eterna cadencia, Buenos Aires,2014, p. 53.
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Dalibor Davidovic
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