martes, 10 de diciembre de 2013

EL MENDIGO, Ricardo Álamo



EL MENDIGO

    Un perro de lanas, sucio y grasiento como él, lo acompaña siempre. Sobre un cartón destartala­do coloca una escudilla y al lado, en desorden, una ristra mugrienta de trastos inservibles. La gente ape­nas le arroja monedas cuando pasa a su lado. Verlo tan arruinado y envejecido es una cosa triste. Cuando llueve o hace mucho frío en la calle, se refugia en un bar, bebe un coñac y no habla con nadie. Cada ma­ñana, camino del colegio, mamá y yo pasamos por su lado. Ella me agarra fuerte de la mano y dice que no lo mire, que ya no es mi padre.

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Chris Conde