NIÑO CIEGO
Hay un charco de sol sobre la cama
y en la ventana el día
recita el infinito en que se inscribe.
Nos ganamos la vida mendigando
momentos como éste, contra
la insolvencia que nos dicta el pasado
que es la estación que queda
entre el presente y el futuro,
y en la que el tren nunca se para
por mucho que se fugue el pensamiento
a sus andenes inalcanzables.
Y la vida perdemos en banales
negocios con los que nos construimos
un yo insignificante, el mismo yo
que se ahoga en ese charco de sol sobre la cama,
mientras susurra el día
la evidencia radiante de que somos
una porción de nada
hecha de pura cháchara,
perdida en espejismos
por darse la importancia
que no le dan las cosas.
La muerte trabajando en los espejos
susurra esa alegría
de dar con un secreto
que nos hace más fuertes
a cambio de anularnos:
que la vida no va en serio,
lo empezarás a comprender muy tarde.
Toda tu biografía derretida
en esa luz de sol, en el rumor del día,
en este darse cuenta de que el yo
es sólo un niño ciego
que no sabe callarse.
JUAN BONILLA, Cháchara, Renacimiento, Sevilla, pp. 18-19.
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