PRÁCTICO
Eligió decirle que la dejaba en otoño. Pasaban los autobuses de forma más seguida, cada cuatro minutos. Tiempo más que suficiente para no oír durante mucho rato sus súplicas.
JULIÁN SÁNCHEZ CARAMAZANA, Venidos del miedo, Páginas de Espuma, Madrid, 2007, p. 102.
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