HUYE UNA DAMA
Avisaban de las cazas en las Tierras Soberanas de Sedán, y una doncella llamada Clemence avisó al postillón de los trompeteros diciéndole:
—iSi encontráis al ciervo lucero, avisadme, que es el hijo de mi señor y mi enamorado!
El ciervo lucero acudió al aviso, y el postillón mandó recado a la doncella. Vino Clemence al bosque, y el ciervo lucero le besó las manos.
—¿Cómo os desencantaré? —lloraba Clemence.
—No lo sé —dijo el ciervo en buen francés—. Pero, si me amáis, puedo encantaros de cierva y correremos por el bosque.
Accedió Clemence, se tomó cierva lucera, y al galope con su amor entró en el robledal. Por eso en las Tierras Soberanas hay que preguntarle al ciervo si es persona o animal, cuando comienzan las cazas en otoño.
ÁLVARO CUNQUEIRO, Flores del año mil y pico de ave, Seix Barral, 1990, página 54.
0 comments:
Publicar un comentario