LA RANA
Había una vez una rana que comenzó a dar grandes saltos en la orilla de su estanque, croando sin cesar: "Fukuyama, éste es el fin de la historia", "Fukuyama, éste es el fin de la historia", hasta que con un último impulso espectacular se zambulló para siempre en el agua, singular comportamiento ante el cual un sapo comentó que una de las mejores máximas de Herodoto era aquella que enseñaba que la vida siempre termina por darnos la razón, y un coro de libélulas y mosconcitos cantó, en honor del batracio difunto, el consabido colorín, colorado, este cuento todavía no se ha acabado.
JORGE TIMOSSI, Cuentecillos y otras alteraciones, Ediciones de la Torre, 1997, p. 55.
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