El suicidio no deja de ser una forma de muerte natural por una parte. Y un crimen pasional por otra: el suicida se mata porque alguien a quien quería —él mismo— ha dejado de quererle. Y quizá había dejado de quererse.
JUAN BONILLA, Prohibido entrar sin pantalones, Seix Barral, Barcelona, 2013, p. 372.
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