Pensaba que las calas eran tazas.
Y tomaba en ellas la leche de la tarde.
Mis únicos invitados eran los caracoles
y una nube blanca de la que sacaba azúcar para la merienda.
El abuelo titilaba en las flores del manzano.
Y todo
era perfecto.
MARÍA JOSÉ FERRADA, El idioma secreto, Faktoría de Libros, Pontevedra, 2013. pp. 36-37.
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