Querido Friedrich, el mundo sigue siendo falso, cruel y hermoso...
Esta misma noche he visto que el chino de la tintorería, que no sabe leer ni escribir en nuestro idioma, volvía las páginas de un libro que un cliente se había olvidado con las prisas. Eso me alegró. Me habría gustado que fuese un diario de sueños o un volumen de versos ridículamente sentimentales, pero no pude fijarme bien.
Ahora es casi medianoche y su lámpara sigue encendida. Tiene una hija que le trae la cena, que se pone faldas cortas y camina a grandes zancadas. No ha vuelto aún y lleva retraso, mucho retraso, por lo que él ha dejado de planchar y observa la calle.
Si no fuera por nosotros, sólo habría arañas colgando sus telas entre las farolas y los árboles oscuros.
Esta misma noche he visto que el chino de la tintorería, que no sabe leer ni escribir en nuestro idioma, volvía las páginas de un libro que un cliente se había olvidado con las prisas. Eso me alegró. Me habría gustado que fuese un diario de sueños o un volumen de versos ridículamente sentimentales, pero no pude fijarme bien.
Ahora es casi medianoche y su lámpara sigue encendida. Tiene una hija que le trae la cena, que se pone faldas cortas y camina a grandes zancadas. No ha vuelto aún y lleva retraso, mucho retraso, por lo que él ha dejado de planchar y observa la calle.
Si no fuera por nosotros, sólo habría arañas colgando sus telas entre las farolas y los árboles oscuros.
CHARLES SIMIC, El mundo no se acaba, Vaso Roto, Madrid, 2013.
Traductor: Jordi Doce
SHANE DRINKWATER
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