viernes, 24 de enero de 2014

BOVARY, Eduardo Berti


BOVARY

   La semana pasada se editó en París una novela llamada Bovary, casi como el clásico libro de Gustave Flaubert. Los autores, dos sexagenarios hermanos de Lyon, antiguos profesores de literatura, decidieron escribir una gruesa obra que tuviera, como toda materia prima, las mismas exactas palabras de Madame Bovary. Para este fin, con la ayuda de una computadora confeccionaron una lista alfabética de palabras, desde la primera (“nous”) hasta la última (“honneur”), y al lado, en otra columna más delgada, indicaron la cantidad de veces que cada una se repetía. Establecida la lista, los hermanos se pusieron a inventar un argumento lo más diferente del de Flaubert, pero en el cual fuera factible emplear, entre otras cosas, lugares como Rouen, Caen o Picardie, además de los nombres propios presentes en la novela originaria. No obstante en este caso dispusieron un libre intercambio de las piezas, como quien desarma un precioso engranaje para ensamblarlo otra vez con autarquía, y de este modo en su obra los personajes se llaman, por ejemplo, Emma Lhereux o Charles Homais. La concreción de Bovary les demandó catorce pertinaces años. Pero aún más sorprendente es su proyecto venidero: una novela que no tenga más sustantivos que los ausentes de Madame Bovary. Como primera medida, han tomado un diccionario, separado los sustantivos y tachado los ya empleados por Flaubert. Los hermanos P. han declarado a la prensa que este próximo libro será mucho más breve que el reciente.

EDUARDO BERTI, La vida imposible, Emecé, Buenos Aires, 2002, pp. 106-107.