BOVARY
La semana pasada se editó en París
una novela llamada Bovary, casi como el clásico libro de Gustave
Flaubert. Los autores, dos sexagenarios hermanos de Lyon, antiguos
profesores de literatura, decidieron escribir una gruesa obra que
tuviera, como toda materia prima, las mismas exactas palabras de Madame
Bovary. Para este fin, con la ayuda de una computadora confeccionaron
una lista alfabética de palabras, desde la primera (“nous”) hasta la
última (“honneur”), y al lado, en otra columna más delgada, indicaron la
cantidad de veces que cada una se repetía. Establecida la lista, los
hermanos se pusieron a inventar un argumento lo más diferente del de
Flaubert, pero en el cual fuera factible emplear, entre otras cosas,
lugares como Rouen, Caen o Picardie, además de los nombres propios
presentes en la novela originaria. No obstante en este caso dispusieron
un libre intercambio de las piezas, como quien desarma un precioso
engranaje para ensamblarlo otra vez con autarquía, y de este modo en su
obra los personajes se llaman, por ejemplo, Emma Lhereux o Charles
Homais. La concreción de Bovary les demandó catorce pertinaces años.
Pero aún más sorprendente es su proyecto venidero: una novela que no
tenga más sustantivos que los ausentes de Madame Bovary. Como primera
medida, han tomado un diccionario, separado los sustantivos y tachado
los ya empleados por Flaubert. Los hermanos P. han declarado a la
prensa que este próximo libro será mucho más breve que el reciente.
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