Mi querida Ondine, En este momento me gustaría estrecharte entre mis brazos, estirarte de la manga y decirte: «mira qué bueno hace», ofrecerte mi pañuelo, servirte un vasito de armañac, poner un disco de Erik Satie y reír con tanta fuerza que dejarías surgir de tus lágrimas lo que podría parecerse a una sonrisa. Suspiraríamos juntos y todo sería sólo un mal recuerdo. Pero no lo haré porque en este momento ya no estaré.
Te deseo más dulces y mejores días sin mí... Me voy.
THOMAS
CÉCILE SLANKA, Cómo decirle adiós, El Aleph, Barcelona, 2008, p. 82.
&
Alessandra Ballerini
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