Levantaron una cárcel cuyos límites exteriores eran vallas metálicas en las que, doblando los alambres, se habían escrito algunos de los más bellos poemas de los principales poetas del país.
Aquella valla de versos que rodeaba la cárcel era eléctrica: cualquiera que la tocara recibiría una descarga mortal.
GONÇALO M. TAVARES, El Señor Brecht, Mondadori, Barcelona, 2007, p. 56.
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Antony Gormley
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