miércoles, 9 de marzo de 2011

EL ÁRBOL DEL VIAJERO [II], Ramón Eder

Nadie olvida la frase con la que fue expulsado del paraíso.

Hay personas tan pedantes que cuando se callan se callan en latín.

Sobre todo, no ser pomposo.

Un libro de aforismos debe ser como una de esas fiestas en las que hay mujeres sensacionales, pero en la que hay una que es inolvidable.

Hay burlas de algunos grandes escritores sobre algún contemporáneo insignificante, tan memorables, que le dan a la víctima una especie de absurda inmortalidad.

Uno de esos amores cortos y delirantes como una gripe.

A la mejor amistad hay que ponerle, de vez en cuando, una tirita.

Las malas noticias siempre llegan en mal momento.

A veces el espejo nos echa un sermón.

Cuando la frase da en el blanco se oye un sonido especial.

Blasfemar es rezar al revés.

Como la montaña no va a Mahoma, Mahoma tiene que ir a la montaña, de ahí el alpinismo y la sensatez.

Hay que ser magnánimo en la victoria, y hasta en la derrota.

Sonreír es vencer la ley de la gravedad.


RAMÓN EDER, El árbol del viajero, Clarín, Oviedo, jul-ago 2010, nº 88, página 22.