CARDS ONLY
Cuando le asalta la mano mugrienta de un mendigo, el cincel del asco labra una sonrisa artificial en su rostro.
Tan artificial como los árboles de plástico que flanquean las puertas del hotel, al que acude en busca del solaz de mujeres de plástico, a las que abona sus servicios con tarjeta.
Él, que no tiene hueco, en las elegantes entretelas de sus bolsillos, para unas míseras monedas.
Tan artificial como los árboles de plástico que flanquean las puertas del hotel, al que acude en busca del solaz de mujeres de plástico, a las que abona sus servicios con tarjeta.
Él, que no tiene hueco, en las elegantes entretelas de sus bolsillos, para unas míseras monedas.
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