En cuanto la idea del Diluvio se sosegó,
Una liebre se detuvo entre los pipirigallos y las campanillas móviles, y dijo su plegaria al arco iris, a través de la tela de araña.
¡Oh! Las piedras preciosa que se ocultaban, — las flores que miraban ya.
En la ancha calle sucia, se establecieron las carnicerías, y fueron haladas las barcas hacia el mar en alto, como en los grabados.
La sangre corrió, en casa de Barba Azul, — en los mataderos, — en los circos, donde el sello de Dios hizo palidecer las ventanas. La sangre y la leche corrieron.
Los castores edificaron. Los "mazagrans" humearon en los mostradores.
En la gran casa de vidrios, todavia chorreantes, los niños de luto miraron las maravillosas imágenes.
Una puerta crujió, y, en la plaza de la aldea, el niño hizo girar sus brazos, comprendido por todas las veletas y gallos de campanario, bajo el deslumbrante aguacero.
Madame*** instaló un piano en los Alpes. La misa y las primeras comuniones se celebraron en los cien mil altares de la catedral.
Las caravanas partieron. Y el Splendide—Hotel fue construido en el caos de hielos y noche del polo.
Desde entonces, la Luna oyó a los chacales gimoteando en los desiertos de tomillo —y a las églogas en zuecos gruñendo en el vergel. Después, en la arboleda violeta, llena de retoños, Eucaris me dijo que era la primavera.
Salta, estanque; — Espuma, rueda sobre el puente y pasa por encima de los bosques; —paños negros y órganos, relámpagos y truenos, subid y rodad; — Agua y tristezas, ascended y reanimad los Diluvios.
Pues desde que se disiparon, — Oh ¡las piedras preciosas hundiéndose, y las flores abiertas! — ¡es un tedio! Y la Reina, la maga que alumbra su brasa en la vasija de barro, no querrá jamás contarnos lo que ella sabe, y nosotros ignoramos.
ARTHUR RIMBAUD, Iluminaciones, Visor, Madrid, 1974, pp. 37-38.
VERSIÓN: Cintio Vitier
0 comments:
Publicar un comentario