XXIII
Esta planta carnívora se deleita humillándonos. No lo devora todo como si de un engendro terrible de película de serie B se tratara, como se espera de un ser implacable y terrorífico semejante, no. Ella abre con parsimonia su bocaza de filamentos, dientes serrados y pistilos, nos fagocita en un santiamén con un ágil movimiento de succión para volver a vomitarnos segundos más tarde emitiendo un chasquido de desaprobación y asco.
Nosotros nos arremolinamos alrededor de ella, intentando seducirla y llamar su atención con elegancia, pretendiendo convertirnos de una vez por todas en atractivas víctimas de tan selectiva gourmet, buscando ser devorados con gozo para evitar de una vez por todas la vergüenza de sus rechazos.
MIGUEL A. ZAPATA, Revelaciones y magias, Traspiés, Granada, 2009, página 34.
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