GATHY, LA REINA DE LOS GATOS
Ella dice: soy la tatara tatara sobrina nieta de la reina de Francia. Vive arriba, justo encima, en el piso de al lado de Joe, el ladrón de niños. Apartaos de él, dice. Es muy peligroso. Benny y Blanca son los dueños de la tienda de la esquina. Todo está bien, mientras no te apoyes en el mostrador de los caramelos. En la otra acera viven dos niñas harapientas como ratas. No te gustaría conocerlas. Edna es la Dueña del edificio contiguo al tuyo. Antes tenía una casa grande como una ballena, pero su hermano la vendió. La madre les decía que no, no, no la vendáis nunca. No la venderé. Y, en cuanto cerró los ojos, él la vendió. Alicia se ha vuelto antipatica desde que se fue al colegio. Antes yo le gustaba, pero ahora no. Cathy, que es la reina de los gatos, tiene gatos y gatos y gatos. Cachorros de gato; gatos grandes, gatos huesudos, gatos enfermos. Gatos dormidos como pequeñas rosquillas. Gatos encima de la nevera. Gatos que se pasean por la mesa. Su casa es como un paraíso de gatos.
O sea que quieres una amiga, me dice. Vale. Seré tu amiga, pero sólo hasta el martes que viene. Ese día nos mudaremos. No hay más remedio. Y luego, como si se olvidara de que yo acabo de llegar, me dice que este barrio está cada vez peor.
El padre de Cathy tendrá que viajar a Francia y encontrar al tatara tatara tío abuelo lejano por parte de padre para heredar la casa de la familia. ¿Que cómo lo sé? Me lo dijo ella. Mientras tanto, se tendrán que mudar un poquito más al norte de Mango Street, un poquito más allá cada vez que la gente como nosotros venga más acá.
SANDRA CISNEROS, Una casa en Mango Street, Ediciones B, Barcelona, 1992, páginas 21-22.
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